Motril, 360 años reinventándonos


Motril, 360 años reinventándonos.


Este año se han cumplido 360 años de la concesión del título de Ciudad a Motril. Este hecho marcó un antes y un después en el desarrollo de lo que hasta entonces era la Villa de Motril, por lo que me gustaría hacer algunas reflexiones en torno a este acontecimiento.

La concesión del título de Ciudad a Motril fue remitida por el Rey Felipe IV un 3 de junio de 1657, en forma de tres cartas, en las que además de reconocer los servicios de la Villa de Motril, le otorgaba, entre otros privilegios, la categoría de Corregimiento, separando su jurisdicción de Granada, de la que dependía desde el 1500.

Estos reconocimientos fueron el resultado de un largo proceso histórico en el que durante años fueron Motril y sus habitantes los que nutrieron de hombres los ejércitos, además de aportar material y dinero para sostener las distintas guerras en las que se disputaban los reinos.
Es por tanto este título de Ciudad, y las distintas distinciones reales que obtuvo en estos años Motril, un mérito que reside en el pueblo, que emana y nace de su generosidad y del sudor de toda una generación de motrileños que cobijados por el esfuerzo y reforzados por su mismo espíritu de superación, hicieron posible este paso hacia adelante que implicó una profunda transformación social.
Tras estos favores, la primera vez que el Libro de Actas Capitulares recogió el encabezamiento bajo la fórmula “En la ciudad de Motril…” fue el 16 de junio de 1657, proceso que iría acompañado del nombramiento por parte del Rey del Corregidor de la Ciudad, cuyo cargo fue desempeñado de forma interina por Don Alfonso Ramírez de Vargas, abogado de Granada, quien había actuado como representante de Felipe IV durante el acto de toma de posesión de los reconocimientos otorgados a Motril. Tres años más tarde, en 1660, Don Manuel García de Olivera era designado Corregidor de la Ciudad.
Desde su más antigua historia, Motril ha demostrado ser una tierra forjada de arrestos, tejida por el afán de superación, capaz de hacer frente, con valentía y coraje, la terrible peste que asoló la ciudad en 1679, para encarar el principio del siglo XVII con el arrojo necesario que propició un repunte del cultivo de caña de azúcar, santo y seña de nuestra ciudad. Este “oro dulce” alcanzó su máximo esplendor con la aparición de la máquina de vapor, que aplicada a la industria logró un floreciente sector económico que convirtió a Motril en epicentro de la ruta del azúcar.
De aquel poderío, de ese espíritu emprendedor y entusiasta del que se imbuyeron tantos motrileños, nació una burguesía que dio pie a la aparición de espacios que forman también parte importante del patrimonio e identidad de Motril, tales como la Casa de la Condesa de Torre Isabel, la Casa Garach o el Teatro Calderón.      
Somos de dónde venimos, de nuestra historia, con sus luces y sus sombras, y de lo que hagamos ahora dependerá mucho nuestro futuro. Por eso, estoy convencida que merece la pena esforzarse y extenuarse si con ello podemos aportar nuestro granito de arena para que Motril sea un lugar mejor para vivir. Que la fraternidad, la solidaridad y la justicia sean lugares comunes en los que transitemos todos los motrileños para poder compartirlos y disfrutarlos.
Lo que nos une es siempre mucho mayor que lo que nos separa. Por eso la tolerancia debe actuar como un faro guía que arroje luz a todo el conjunto social y especialmente a nuestros jóvenes, tan necesitados en estos tiempos de creencias a las que asirse y motivos en los que encontrar esperanzas para subirse a este carro, que es la vida, con sus dificultades y sus alegrías.
En esa experiencia vital, administraciones, colectivos, empresas y personas tenemos una gran responsabilidad que es la de hacer posible una sociedad más próspera y ecuánime. Todos los días son una nueva oportunidad para reflexionar y mejorar, cada uno desde el ámbito que le toca, sobre cómo favorecer el entorno que le rodea.
El escritor Gabriel García Márquez señalaba que “los seres humanos no nacen para siempre el día en que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga a parirse a sí mismos una y otra vez”. Reinventémonos si es necesario, peleemos por nuestro sueño, no nos quedemos anclados en el conformismo ni en la desidia, apostemos por lo auténtico, si es lo que deseamos, aunque nos la juguemos y tengamos que deshacernos de todo lo anterior. 
Luchemos por esta vida, por este presente y el futuro que está por venir, porque estoy convencida que por este proyecto llamado Motril vale la pena para seguir esforzándose.

 
 

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